Hace apenas unos días, una roca espacial chocó contra la luna, creando un breve pero brillante destello visible a través de telescopios en la Tierra. Este dramático evento, registrado por el astrónomo japonés Daichi Fujii, sirve como un vívido recordatorio de que nuestro vecino celestial, a pesar de su naturaleza aparentemente distante e inmutable, está en constante cambio.
Una búsqueda persistente de impactos lunares
Fujii, curador del Museo de la ciudad de Hiratsuka en Japón, ha dedicado años a observar la luna, buscando específicamente estos “destellos de impacto” fugaces. Desde 2011, ha monitoreado meticulosamente la superficie lunar utilizando varios telescopios de 8 pulgadas de apertura ubicados cerca de Hiratsuka, una ciudad a medio camino entre Tokio y el Monte Fuji. Este evento reciente es particularmente notable ya que marca el segundo destello de este tipo que captura en solo dos días, el primero ocurre cerca del cráter Gassendi y el último cerca del Oceanus Procellarum, una gran llanura de lava oscura también conocida como el “Océano de las Tormentas”.
La ciencia detrás de los parpadeos
Estos destellos, que duran apenas fracciones de segundo, son el resultado de rocas espaciales que impactan la superficie de la luna a velocidades increíblemente altas: alrededor de 60.000 mph. Si bien son pequeños, estos impactos pueden ser increíblemente energéticos. Como explica la NASA, en la Tierra las lluvias de meteoritos producen espectaculares “fuegos artificiales”, pero en la luna sin aire son “enjambres de proyectiles de alta energía”.
¿Por qué estudiar estos eventos?
Las observaciones de Fujii, y las de otros astrónomos, no son sólo visualmente impresionantes: son científicamente valiosas. Al rastrear la frecuencia y la fuerza con que las rocas espaciales golpean la Luna, los científicos pueden predecir mejor los riesgos para las naves espaciales. Los grandes meteoros representan una amenaza para los satélites y, potencialmente, para futuras bases lunares. La luna actúa como un eficiente “detector de meteoritos”, ya que es un objetivo vasto y confiable para los astrónomos que estudian rocas espaciales más grandes.
Tierra contra Luna: una historia de dos cuerpos celestes
Si bien la Tierra y la Luna experimentan desechos de cometas, la forma en que les afecta difiere significativamente. En la Tierra, nuestra atmósfera proporciona una protección vital, quemando la mayoría de los desechos antes de que lleguen a la superficie. La Luna, sin embargo, carece de este escudo atmosférico, lo que la deja expuesta a proyectiles de alta velocidad. Incluso las rocas espaciales relativamente pequeñas pueden causar daños inmensos.
Una roca de 10 libras que viaje a una velocidad de entre 45.000 y 160.000 mph podría abrir un cráter de 30 pies de ancho y levantar más de 80 toneladas de polvo lunar. Mientras tanto, la NASA estima que un asteroide de 100 a 170 pies de ancho podría arrasar una ciudad pequeña.
Coincidencias y cometas
El momento de estos impactos recientes coincide con las lluvias anuales de meteoros de las Táuridas del Norte y del Sur, que están compuestas por fragmentos del tamaño de guijarros del cometa Encke. Este año, la Tierra atraviesa una región del espacio con un volumen inusualmente alto de restos de cometas: un “año de enjambre” para las Táuridas.
Una vista rara y emocionante
A pesar del seguimiento continuo, Fujii sólo registra un destello de impacto cada pocas docenas de horas de observación. Ha observado aproximadamente 60 destellos hasta la fecha. “Capturar un destello brillante siempre genera una enorme sensación de emoción”, dijo Fujii, destacando la fascinación constante por estos eventos cósmicos fugaces. Estas observaciones subrayan la naturaleza dinámica de nuestro sistema solar y los cambios en curso que ocurren incluso en nuestro vecino celeste más cercano.